Paseó las yemas de sus dedos por cada uno de los resquicios de su cuerpo, haciéndola estremecer, llenándose de esencia. Ella juntó los labios, borrando así su lápiz preferido y deseaba con todas sus fuerzas que la besara de una vez. La miró a los ojos y no pudo contenerse, se abalanzó sobre ella y pegó su cuerpo al suyo para poder sentirle más cerca. Mientras sus respiraciones se acelerabas y los besos se volvías más lascivos, se abrazaba a su cintura sin querer separarse, sin querer que eso durara para siempre, simplemente que durara un rato, y que ese rato fuese eterno. Cuando dos gemidos rompieron todo el silencio hecho de susurros, se detuvo lentamente y le besó, poquito a poquito. Hasta que una sonrisa les tiñó las pestañas.
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